Los deseos de milord by Serendipia Stark

Los deseos de milord by Serendipia Stark

autor:Serendipia Stark [Stark, Serendipia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2024-04-13T00:00:00+00:00


* * *

En el desayuno le esperaban dos noticias. Una fabulosa, alegre, esperada, otra justo lo contrario. Lo peor de todo fue que el duque juzgó oportuno exponerlas sin el menor pudor delante de su invitado, el señor Gray.

Victoria había hecho juegos malabares para lucir hermosa aquella mañana pese a no haber descansado ni una hora completa. Se había puesto su traje favorito, el del color que más le favorecía, y sus mejillas aparecían encantadoramente sonrosadas por la emoción de tener a Arthur en casa. Todos se reunieron en el comedor de desayunos. Alguien le había prestado ropa limpia al caballero y se veía de lo más elegante. Cruzaron sus miradas un número irrespetuoso de veces.

—¿Ha dormido bien, señor Gray? —⁠se interesó la anfitriona con una tostada en la mano.

—De maravilla, excelencia. Es la cama más cómoda que he tenido el placer de disfrutar. ¿Y ustedes, tras la agitada noche? ¿Lady Victoria?

Se alzó un murmullo general de complacencia, salvo Victoria que respondió en un susurro casi inaudible.

—Aprovecho que estamos todos reunidos —⁠arrancó el duque⁠—, en presencia de nuestro gentil huésped, para anunciar que, atendiendo a su ejemplar comportamiento en el día de ayer, he resuelto aceptar su petición de cortejo a nuestra hija Victoria. A partir de hoy, señor Gray, es usted libre para visitar a mi hija cuando lo desee. Cuenta con mi beneplácito.

—¡Papá! —exclamó ella entusiasmada.

—Gracias, excelencia —replicó abrumado Arthur⁠—. Tiene mi palabra de que haré lo posible por ser digno de su confianza.

—No hace falta que se esfuerce, muchacho, ya lo es. Anoche trajo a la díscola cabeza de chorlito de mi hija a casa cuando pudo haber huido con ella y deshonrarla. Todo lo contrario que tú, querida —⁠clavó en Victoria unos ojos severos que la hicieron bajar la cabeza⁠—, que debes recibir un castigo acorde a la gravedad de la falta cometida.

—Pero papá…

—Pero nada, Victoria. Te comportaste como una muchacha descarriada. Nosotros, desde luego, no te hemos educado para que protagonices fugas y bodas furtivas con ningún caballero. De haberse tratado de alguien con menos sentido del decoro, quién sabe lo que estaríamos lamentando en estos momentos.

—Tiene razón —corearon a dúo Grace y lady Rose.

Arthur permanecía en silencio, contemplando la escena, preguntándose de qué modo podría aliviar el sofoco de la bella Victoria.

—De modo que he resuelto que permanezcas en tu alcoba, sin salir al exterior, durante un mes.

La expresión de la joven se contrajo de irritación. Su piel de nácar enrojeció de furia.

—¡¿Un mes?! ¡Papá! ¿Y cómo se supone que va a cortejarme si estaré encerrada?

—Te cortejará pasado el mes. Y no se hable más. No quiero volver a oír mencionar este asunto. En lo que a mí respecta está zanjado.



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